El 24 de noviembre de 1859 Charles Darwin publicó El origen de las especies. Con esta obra nace la biología evolutiva y nace entonces gran parte de la ciencia actual. La selección natural, la supervivencia del más apto, la especiación, todo eso comenzó a desarrollarse. Y el ser humano no iba a quedar afuera de esto.
Con la revolución científica de Copérnico, Galileo, Kepler y Newton nuestro planeta dejó de ser algo especial. Pasó a ser un cuerpo celeste más en un inmenso universo el cual era, en gran medida, desconocido. Una verdadera revolución que trastocó nuestra concepción sobre nosotros mismos.
Y esa segunda revolución vino con la evolución. Desde las primeras ideas evolucionistas en adelante, pasando por la fundamental importancia de la obra de Darwin, se conformó un esquema sobre el desarrollo de la vida humana, junto a la de otros animales. Por supuesto que en muchos aspectos somos "la única especie capaz de" (aunque cada vez esas capacidades únicas son menos), pero no somos especiales, ni tenemos ninguna corona, ni tenemos una forma de creación especial.
Por eso es importante saber que somos primates, que somos mamíferos, que somos vertebrados, que, en resumen, somos animales, con órganos vestigiales y otras especies con un alto grado de parentesco (chimpancés). Que no nacimos como ángeles o semidioses o con designios divinos. Fuimos fruto de procesos químicos y biológicos. Y la biología evolutiva, lejos de convertirse en una verdad religiosa, fue también cambiando conforme a los nuevos descubrimientos y teorías.
Fue un paso importante. El modelo del universo y la evolución luego serían complementados y ampliados por la astrofísica para explicar el origen del universo y la abiogénesis para explicar el origen de la vida. Un largo camino hacia la eliminación de los dogmas religiosos y las ideas metafísicas. Un puñal en la espalda de los dioses. Un puñal que de aquel entonces, hasta el día de hoy, se sigue metiendo más profundo.
El orgullo primate es, entonces, reconocernos como animal y buscar nuestro origen como especie sin buscar algo más arriba. Un punto de partida para el progreso como especie, porque no se puede terminar bien si comienza mal. Si comenzamos como una creación especial de dios nada puede terminar bien.
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