viernes, 4 de octubre de 2013

El peligro posmoderno

Yo soy de la idea de que no basta con ser ateo o escéptico con respecto a los dogmas religiosos o las supersticiones. Lo correcto es tener una mentalidad racional y humanista secular. Apostar por el progreso científico entendiendo que solo eso lleva al progreso humano, como bien lo expresa el Manifiesto 2000 que en este sito tenemos como principio fundamental.

Desde el siglo XIX se levantan corrientes que van en contra del progreso de la humanidad y el desarrollo científico. Presentan un afán cuestionador al punto de descreer de las ciencias y de todo acercamiento a la realidad. Creen en el relativismo cultural y afirman sus teorías sin necesidad de prueba empírica alguna. Sostienen que todas las cosas son en realidad construcciones empíricas desde el poder.

Se suele afirmar que el precursor del posmodernismo fue Nietzsche en el siglo XIX y Heidegger a comienzos del siglo XX. Esta corriente tendría entre sus mayores exponentes a Foucault, Derrida o Baudrillard.

Si bien estas ideas pueden resultar atractivas para cierta clase de escépticos, son en realidad peligrosas y destructivas.

Si todo es una construcción del poder, si las verdades objetivas no existen, entonces no tenemos nada que hacer. El conocimiento científico pierde razón de ser. Y al creer en el relativismo lo mismo da cualquier cosa, tenga sustento empírico o no.

¿Y qué pretenden estos filósofos o pseudointelectuales? Simplemente descreer de todo y negar toda capacidad de progreso. En otras palabras estancarnos, después de todo ¿para qué luchar? Todo lo que avanzó la humanidad desde la revolución científica de los siglos XVI y XVI, la Ilustración del siglo XVIII y los avances científicos del siglo XIX, y a pesar de los avances del siglo XX, todo hay que tirarlo por la borda.

Si bien este espacio es reducido, voy a citar tres extractos que creo pueden ser útiles para graficar mi situación. Los invito cordialmente a leer los textos completos de estos autores:

Los intelectuales de izquierda participaron activamente en la vida animada de la cultura obrera. Algunos buscaron compensar el carácter de clase de las instituciones culturales con programas de educación obreros o mediante obras de divulgación —que conocieron un éxito muy grande— sobre matemáticas, ciencias y otros temas. Es hiriente constatar que hoy en día sus pretendidos herederos a menudo privan a los trabajadores de estos instrumentos de emancipación, informándonos, de paso, de que el ‘proyecto de los Enciclopedistas’ está muerto, que hay que abandonar las ‘ilusiones’ de la ciencia y de la racionalidad. Será un mensaje que hará felices a los poderosos, satisfechos de monopolizar esos instrumentos para su propio uso. (Noam Chomsky leer)

Por suerte, la moda de lo que se conoce (al menos en el discurso académico anglosajón) por el vago nombre de “posmodernismo” no ha ganado tanto terreno entre los historiadores como entre los teóricos literarios y culturales y los antropólogos sociales, ni siquiera en los Estados Unidos, pero viene a propósito del asunto que estamos examinando, porque pone en duda la distinción entre la realidad y la ficción, la realidad objetiva y el discurso conceptual. Es profundamente relativista. Si no hay ninguna distinción clara entre lo que es verdad y lo que a mí me parece que es verdad, entonces mi propia construcción de la realidad es tan buena como la de ustedes o de cualquier otra persona, porque “el discurso es el que hace este mundo, y no el espejo”. Citando al mismo autor, el objeto de la etnografía, y seguramente de cualquier otra investigación social e histórica, es producir un texto desarrollado de modo cooperativo, en el cual ni el tema ni el autor ni el lector ni, a decir verdad, nadie, tenga el derecho exclusivo de la “trascendencia sinóptica” . Si, “en el discurso histórico como en el literario, incluso el lenguaje que es de suponer descriptivo constituye lo que describe” , entonces no puede considerarse privilegiada ninguna narración entre las muchas que son posible. No es por casualidad que estos puntos de vista hayan atraído de modo especial a quienes se consideran a sí mismos representantes de colectividades o entornos marginados por la cultura hegemónica de algún grupo (pongamos por caso, los varones heterosexuales, de raza blanca y de clase media que hayan recibido una educación occidental) cuya pretensión de superioridad impugnan. Pero es un error. (Eric Hobsbawm, leer)

En efecto, lo que está de moda en las facultades de humanidades es la actitud irracionalista y anticientífica característica de la llamada posmodernidad. En ellas se enseña a Kierkegaard, Nietzsche, Heidegger, Sartre, Foucault, Derrida, Geertz y otros escritores anticientíficos. En cambio, uno puede graduarse sin saber qué pensaba ninguno de los grandes de la Ilustración francesa, o siquiera Charles S. Peirce y Bertrand Russell.(Mario Bunge, leer)

Por eso desde este blog se rechaza todo tipo de filosofía o "postura intelectual" que anclada en un supuesto escepticismo enmascara un desprecio por la ciencia y la búsqueda de conocimiento.

Recomiendo leer el libro "Imposturas intelectuales" de Alan Sokal y Jean Bricmont para complementar este punto de vista.

No hay comentarios:

Publicar un comentario